
Orlando De Sola Wright
ARENA no es el problema, pero tampoco es la solución.
Nuestro problema es el mercantilismo: esa cultura de favores, prebendas y privilegios.
Para resolver el problema, que es común en los países hispanoamericanos, debemos sustituir el mercantilismo por una cultura de ciudadanos responsables: de personas que, en su mayoría, respondan por sus actos y omisiones, dejando de excusarse en el estado y el mercado, como ha sido la costumbre.
La solución reside en nosotros mismos, los salvadoreños de carne y hueso, no en la izquierda y la derecha: esa polaridad del temor y el rencor que en nada contribuye a satisfacer nuestras necesidades.
Los salvadoreños necesitamos confianza, optimismo y aprecio por los demás, aunque se llamen comunistas, indios, capitalistas, o mestizos, pues la verdad, la justicia y la libertad trascienden raza, religión, o condición.
La libertad, la igualdad y la fraternidad, se volvieron populares en Francia, hace más de dos siglos. Pero hoy, en El Salvador del siglo XXI, se prioriza más la libertad que la fraternidad, o solidaridad, cuya relación con nuestra necesidad de amar y ser amados es obvia.
Sobre la igualdad también se ha dicho mucho, pero queda claro que todos somos diferentes; hasta los gemelos idénticos. A pesar de ello, nos iguala nuestra necesidad de ser amados.
Y por eso es importante que nuestras diferencias sirvan para complementarnos, no para contrariarnos, como ahora sucede.
Si separarnos, o segregarnos es lo que queremos, bastaría con resaltar las diferencias de edad, género, tamaño, peso, inteligencia y demás.
Pero no se trata de romper la unidad nacional con base en nuestras diferencias, naturales y artificiales, sino de lo contrario. Recordemos que la política no es un partido de fútbol, con ganadores y perdedores, sino el arte de gobernar.
Como no podemos auto gobernarnos porque somos irresponsables, debemos delegar en otros para administrar la cosa pública: pero el mandante seguimos siendo nosotros, los electores, y los mandatarios, o funcionarios electos y nombrados, deben obedecer nuestro mandato, que no es para cometer atropellos con la autoridad que les delegamos.
Ese sistema de gobierno, llamado democracia representativa, es deseable, pero para que funcione necesita de funcionarios, empresarios y ciudadanos honestos que sepan distinguir entre libertad y libertinaje, entre mercado y mercantilismo.
La autoridad debe ser de origen moral, el poder debe ser legítimo y la influencia sincera porque, de seguir así, venerando la envidia, el temor y el rencor, seguiremos siendo un país fracturado.
No es suficiente cambiar de presidente.
Debemos cambiar nuestros hábitos, valores y actitudes. Porque si seguimos asustándonos mutuamente con el “petate del muerto” comunista, o infectándonos con la envidia imperial, o pretendiendo una reconquista de resentidos, no saldremos adelante.
Las causas de nuestro sub desarrollo no son sólo sociales, políticas, o económicas, también son culturales. Pero las culturas cambian, dependiendo del poder, la autoridad y la influencia.
Por eso es importante que las familias, el gobierno, las religiones y los medios de comunicación social sean fuentes de cambio positivo, no de estancamiento, o retroceso.
Tratemos de cambiar nuestra cultura mercantilista sin complejos, resentimientos y demás vicios que nos mantienen en el sub desarrollo.
Tratemos de ser un pueblo unido con personas dignas, honradas, solidarias, limpias y ordenadas.
Para ello debemos abandonar la mentalidad palaciega y la de tugurio, superando nuestras diferencias y limitaciones con actitud positiva; no con rencores, resentimientos, favores o privilegios.
La humillación no viene de la conquista, el capitalismo, o del mal llamado neo liberalismo, que debería llamarse neo mercantilismo.
La humillación, que no debe confundirse con la humildad, viene de nosotros mismos, de nuestros complejos, de las excusas que utilizamos para justificar nuestros fracasos.
Y no es con mentiras, soberbia, arrogancia, o altanería que resolveremos ese problema de la humillación, sino con el cambio de actitud, con mejores hábitos y costumbres.
Comencemos, pues, a superar nuestros temores y rencores sirviendo a nuestros semejantes en el estado y el mercado, que para eso son, no para abusar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario